sábado, 31 de octubre de 2009

Hastío


Otra noche se alarga hacia la aurora.
Silencio total.

Me recrimino con iracundia la torpeza de continuar triste.
Mis mejillas maquilladas de sal,
y yo rabioso contra mí.
¡Debilidad!
¿Acaso hay algo que merezca una congoja así, tan definitiva?

Ah, qué hacer, a quién invocar, contra qué muro estrellar la angustia de cada desconsuelo.

Quiero salir a gritar contra mí. A insultar cada pedazo que me queda y molerlo a bastonazos hasta que no quede más que un charco sin queja posible. Quiero ahogarme en alaridos, en borbotones, en espasmos. Batirme con una cólera que no deje ni una sola gota de mi pena.

Quiero, simplemente, dejar de recordar.


De bruces


De pronto otra vez la espina en el pecho.

Tanto, tanto dolor.

Basta tan solo un segundo para retomar la caída. Como si ni un solo minuto hubiese transcurrido. Como si nada fuese posible más que este precipicio. Como el aroma de este pozo tan azul.

¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo con rencor! No hay engaño mayor que el de mi pecho sin ti.

Es enorme la derrota, tan enorme.

¿Parto por algo que no seas tú? ¿Es que me alejo hacia otro que no sea yo mismo? Dime: si no has de estar en parte alguna, ¿a dónde voy?

La madrugada está llena de lágrimas, otra vez. Y son las mismas. Las mismas.

Ni un solo día he parado de estar muerto.


martes, 20 de octubre de 2009

Death equals forgiveness (y viceversa)


No es que ella se haya ido,
o que el viento haya enfriado estas paredes sin color.

No es que haya pasado sobre mi amor y mi piel,
o que su fantasma persista en rondar mis callejones.

Tampoco es que su calor vuelva a ser un hervidero en mis entrañas,
o que yo aún caiga en los abismos de cada objeto que dejó olvidado.

Ni siquiera es que la ame en la memoria que me queda,
o que el recuerdo mismo sea todavía un abanico de luz.

Al contrario.

Es que el olvido se hace carne,
tan carne como el gusano en la tumba.