lunes, 24 de enero de 2011

Recuerdo I


Un fuego para alumbrar la noche,
un río para acompañarla,
árboles para formar un ruedo en la ribera.

Un libro para garabatear el pasado,
un dulce para ignorar la fatiga,
un manojo de fotografías para bailar con la memoria.

Una brisa para pensar en el mañana,
estrellas para imaginar el infinito,
una sabana eterna para atravesarlo.

Ah, corazón tan solo.
Ah, músculo sin cansancio.

Una carretera para alejarme,
un rumbo para perderme por el prado,
dos ruedas, dos,
para burlarme del olvido.

(Rápidos del Kamoirán, Venezuela, 15/03/10)

miércoles, 19 de enero de 2011


Todavía le escribo cartas de amor a mis paredes
como queriendo juguetear con sus arrugas y sus pestañas blancas.

Quizá antes,
aún sin conocernos,
cuando nos rondaba la codicia del futuro
y los ladrillos en las plazas no nos habían mostrado su dentadura de
[puñales.
Antes, digo,
cuando éramos lo mismo que nuestra propia piel.

Ahora ya no. Ya nunca.

Cómo decirle a mis ojos que no volverán a recorrer tu espalda
[henchida por nuestro amor inútil.
Aquí y allá, siempre la soledad pateándonos en la cabeza.

Sigamos, pues,
cada quien con su culpa y con su ira,
dándole de piedrazos a las eternas nubes.

martes, 11 de enero de 2011


Hora tras hora retorno al mismo pensamiento,
como la luz que roe con su peso la forma de las olas en el cielo
y tiñe las piedras rotas con que esta ciudad ha sido hecha.

Aquí, adentro mío,
me habita una multitud de marionetas:
la confusión de cada quien que he sido,
y a la vez,
la simpleza de un recuerdo solamente.

Olvidar equivale a morir,
a matar con desenfreno,
a mutilarse la piel que cubre el pecho.

Por eso vuelvo a la intención de extraviarte como se vuelve al fruto
[en la mañana:
nada más que resignarse a la caída,
darle paso a los días sobre el alma,
reírle a esta mortaja hundida entre los tajos de la tierra.