domingo, 6 de febrero de 2011


Entre los ladrillos de este cuarto
hay grietas en las que me he hurgado por siglos.

Soy ese mosco que me puebla la mirada,
dando vueltas como idiota alrededor del foco,
obseso y minúsculo,
tan absorto en su afán como el agua que gotea en la caverna.

De tanto rascarme la sangre de las uñas
empiezan a crecerle manchas a mis ojos.

Busco adentro el prado de flores amarillas
(o verdes, o azules, o violetas)
para avanzar por él en busca del pasado que no tuve,
peinándole a mis suspiros sus penachos de plenitud vencida.

Afuera, cosa rara,
la noche estirada de punta a punta.

En ella yo, como podrido.