jueves, 20 de septiembre de 2012

Despedida


We are such stuff as dreams are made on,
and our little life is rounded with a sleep.

Un timbre que golpea la tarde,
y tras él el llanto, el luto de la tierra.

Ha muerto Pedro, dicen.
Ha muerto Pedro en su colchón sin dueño.

Golpean los vidrios las lágrimas del viento,
aquí, en mi habitación,
sin el espacio redimido del sollozo,
aliento del diluvio roto en el sepulcro de mis venas.

(Contemplo la roca con la que se pinta
el cielo terminal de este verano:
acaso un olvido de las nubes,
o un insulto del azar entre las manos.)

Ha muerto ya, dicen,
como todos habremos de morir,
entre el clamor de la multitud o el refugio del olvido,
como un suspiro de la tempestad donde camina el extravío.

No hay salvación,
ni misericordia.
No hay sino rocas lloviendo desde las alturas,
sepultando nuestro aliento de olvidados vagabundos,
nuestra risible angustia de huérfanos frente a los días y las horas,
nuestra pobre ilusión de permanencia en el rocío que cubre nuestro
[mundo.

La voz del cántico, ese dardo de tinta oscurecida.

La muerte.
¿Dónde está la muerte?
¿Dónde está mi muerte?
¿Dónde su victoria?

Aquí el murmullo del amor nos unta su vacío,
apenas si la sombra del perdón en el que habitan los espinos.

Nada que decir ante el mirar postrero,
esta solitaria errancia de la pena entre los pasos,
esta ofrenda de adiós a la imbatible prepotencia de los cielos.

Sabemos
que el peso de la sucesión hace temblar las rocas,
que el destino ofrece polvo a nuestra iluminada fantasía,
y que el dolor de los muertos
siempre seremos los vivos.


Pedro Landázuri Camacho (1956-2012)