lunes, 28 de octubre de 2013

la sanación


purga el vómito los pliegues
entorpecidos de la carne

tras los rostros del espanto
entre las ramas estrelladas
que penetran en la tierra
como golpes afilados
de vida y sombra
aparece el soplo del amor

el fuego crepita
en el centro del miedo
y lo disuelve
brindándole sus rayos
sus ancestrales voces
el cántico infinito
de lo que vive
en las entrañas de la luz

en este manto azul
que es todo lo que existe
en esta noche iluminada
soy la cordillera
soy el mar
soy ese pétalo sonriente
esa nube que me ocupa
la ronca voz de mis hermanos
el rostro de mi abuela adolorida
que ya busca el silencio
el rasgo puntiagudo del deseo
el mío y el de todos
el pálido anhelo
de lo que desde lejos
me habita
el aire que rodea la pluma
el dulce rumor de la sangre
el reflejo de los cerros en mis ojos
el manantial que nunca se detiene
el inocente abrazo del amigo
los labios tiernos de la tierra
que me besan los pies
y me iluminan

nada está por fuera
de este pecho
nada queda exento
de mi pálpito

todo se ha disuelto
en la mañana del tiempo
sin necesidad
sin urgencia
tan simple como el crujir
de la hojarasca
en mi absoluto interior
que no es nada sin mí

miércoles, 23 de octubre de 2013


Pink Steam a todo volumen. Es como un hormigueo de tambores que solo para mí existen en el aire. Los golpeo furioso. Estoy cansado de hacerlo, pero no me detengo: no le tengo piedad a lo que me aprieta desde el fondo de las tripas.

Desde la mañana ha insistido una débil luz tras las cortinas. Viene agolpándose entre una garúa ácida y negra, como de augurios demoníacos, como de púas nacidas en la desolación de esta vigilia.

Odio esta lluvia inmisericorde y obstinada, la odio con toda la furia posible que crece en el corazón de mi abandono. La odio porque le temo, porque soy incapaz de oponerle algo más que mi silencio. Sé que viene a penetrar mi piel hasta volverse sangre en mis vísceras, olor de podredumbre al interior de mis huesos.

¿Cuán culpable se puede ser por esta rabia? ¿Cuán culpables nos hacen el exceso de la impaciencia y el miedo? Sí, soy culpable. Culpable de esta lluvia que ha durado por semanas. Culpable de volver a perderlo todo. Culpable.

Quisiera olvidar esta habitación en penumbras. Dentro de ella estoy poblado por ratas y figuras deformes que no son otra cosa que yo mismo. Killer eyes and a burning heart, babe, no tengo nada más. Desde el interior de las espinas que me habitan, te canto como le canto al vacío de las horas que pasan.

Hay algo demoledor y solemne en los páramos que imagino desde este oscuro rincón mío de sábanas y párpados hinchados. Algo que me convoca a la cólera de los días y al absimo de lo que ningún recuerdo es capaz de salvar. Y es que nada, nada merece ser salvado. Ni el fulguroso estruendo del amor envuelto en sus pétalos de sol y sus promesas de piedra.

¿Omnia vincit amor, Virgilio?

Bullshit.

domingo, 29 de septiembre de 2013


Si la vida es como el río que corta la montaña,
atado a la caída y en feroz carrera a su extinción.

Si existir es transitar el tiempo que carcome,
voltear las páginas del espejismo,
sembrar fogatas bajo la lluvia y la nieve.

Si la vida es el error,
el loco atrevimiento de inventarte,
el amor que te busca y que te pierde entre la bruma.

¿Qué es la muerte, entonces,
sino este silencio del agua,
esta tarde enorme sin minutos,
esta atroz conciencia de mi estómago
vaciado de ti?

En esta esquina en la que yazgo ensombrecido,
pidiéndole unas gotas de luz a mi pasado,
acaso entiendo que la muerte no respira bajo tierra:
ella nos teje y nos habita
                                        desde los pulsos hirvientes de la carne.



miércoles, 18 de septiembre de 2013


Es el viento gris de los volcanes.
Es la tromba medular de la tormenta.
Es el azul fuego de las uñas en los labios.
Es el cántico de los años embravecido en el sudor y las costillas.
Es la sombra y la luz en el cautiverio de la sangre.
Es el viento, la lágrima, el faro abierto de la luna quemándonos la
[piel.
Es el furibundo grito de las nubes en la carne.
Es la ausencia de los ángeles, el llanto de sus alas sucias.
Es la lluvia sorda de la tarde en las ventanas.
Es el tajamar roído en la penumbra de los siglos.
Es el hervor y el vacío, el absurdo y la hiel.
Es el polvo doloroso en el rincón de la celda.
Es la esperanza de la consumación, el temor a toda herida.
Es la noche de nuevo a borbotones.
Es la sucia tempestad de la caída.

Eres tú:
la mañana, la irrupción y la hermosura,
el canto, las estrellas, el aluvión y el ocaso,
la voracidad del miedo, el temblor de la agonía.

¿Otra vez, furia del tiempo,
nos romperá los huesos el amor?


martes, 3 de septiembre de 2013


A veces
duele la nostalgia como vidrios rotos,
anhelo de los fulgores de la cumbre,
soplo espeso de la noche en sus hilachas de hielo.

¿En qué nos hemos convertido,
tú y yo,
sonámbulos vestigios de un amanecer imposible?

Todo lo que conozco se derrumba hacia la tumba.

Todo lo que distingo se adormece en la polvareda de las ruinas.

Pero persisto en mi obstinación de instinto torvo,
hablándole sin tregua a la sombra de mis atardeceres,
creyendo que en ella (en ti)
se refugia el anuncio luminoso de los despertares,
la sangre prevenida de cada vez que fijo mi mirada en las estrellas.

Nunca habremos de tenerlo todo,
gozosos como estamos en el interior del polvo,
silentes espejismos de saliva en las membranas del tiempo
del tiempo
del tiempo.



viernes, 30 de agosto de 2013


Solo se ama lo que uno mismo crea.
Jorge Urrutia: El mar o la impostura

Frente a mis ojos mustios
la pared.

Lejos las cumbres y los prados.

Dentro del tiempo un alud de agujas,
una ferviente supuración de la penumbra,
un pedazo de mierda atravesado en la garganta.

¡Ah, mi boca de tinieblas!
¡Ah, la usurpación del huracán!
¡Ah, el sigilo embebido en la derrota!
¡El aluvión de huesos sin carne y la carne sin deseo!
¡El péndulo roto de la renuncia en las esquinas del miedo!
¡El amor estúpido quemándonos la piel, la risa, la muerte misma en
[nuestra sangre!

¡Ah, el silencio aquí infinito entre mis labios y los tuyos!

(Sí, claro que sí, te quiero).

Pared maldita esta que hincha mi lengua y mi saliva
justo en frente de mis ojos tuyos
sin posible camino a la piedad.


lunes, 12 de agosto de 2013

Pez cordillera (recuerdo V)

 

Un pez descomunal se juntó a las orillas
y peló su cadáver
de norte a sur.

Su columna seca
se erizó de rocas y se pobló de hilazas de agua.
Tejieron en sus espinas
túneles y picos los torrentes de aire,
los golpes circunspectos del hielo y el calor.

El duro calcio fue polvo y el polvo tierra,
y la tierra verdor de hojas, baile de espigas,
sangre habitada por el fervor de la bestia y el llanto de sus víctimas.

El gran pez se tornó en el mundo mismo,
en el relieve imposible que lastima el globo
de norte a sur.

                   De norte a sur.

¡Tanto he andado de norte a sur!

Adiós, pez, adiós.
Suficiente me has vencido.

Raído te abandono,
cabizbajo,
pero con una gota de tu sal en la sonrisa.

(Sabaneta, Venezuela, 28/01/2010)


miércoles, 12 de junio de 2013

Muerte, nuestra muerte


A Fabián, Hipatia, Pedro
y tantos otros

                                  I

El hombre escupe su diente
carcomido por entrañas negras,
suspira con parsimonia
en contra de su sangre salpicada en las baldosas.

El hombre esconde su piel,
me mira con vergüenza,
suspira desvalido mientras la tos y la angustia
se apoderan de sus latidos
y de lo que resta de sus sueños.

No queda nadie aquí,
ni siquiera el amor de la memoria,
ni el viento de la infancia soplado desde lejos
por su antiguo vozarrón de nigromante.

¿Habremos, pues, de recordarte
en este inmundo ocaso de arrepentimiento,
en este prolongado hueco de estertores,
de inútiles golpes ante el silencio del tiempo?

Cómo el vendaval te ha traído
hasta esta sala inmaculada,
viejo,
cómo has hecho de ti
esta triste senectud de orines y de lágrimas.

A dónde has venido a dar,
abuelo,
tras tanto golpe sucio en el atardecer de la carne.


                                  II

La mujer estira su dolor de huesos,
mira con órbitas huecas
el silencio de la multitud
que solemne espera su partida.

La mujer respira
con miedo del aire y de la noche que aparece,
aferra su mandíbula al cerril gesto
de quien niega con soberbia la derrota.

No te vayas, amor,
ni tampoco tú, hermana,
quédense aquí, hijos míos,
junto a la poca piel que aún cubre mi esqueleto,
acerquen a mí sus dulces niños,
nietos del tiempo y de la ternura.

Estoy muriendo, ¿no es verdad?,
estoy dejando ya en silencio
el corazón de lo que fui y de lo que tuve,
estoy dormida ya en el vértigo
de lo que nunca más podremos ser.

Y así te vas, mujer de amores,
perdida la esperanza de tus días no vividos,
sin consuelo,
sin respuesta,
con el gesto de la muerte abriéndote los labios en desesperado
[anhelo,
un látigo curvando tu espinazo hacia el confín de las alturas,
y un último suspiro que abandona tus ojos
desde ahora sumergidos en la nada.


                                  III

Hombre, mujer,
ancianos jóvenes de nuestras almas huecas,
grutas de memoria en donde depositamos
el tiempo de lo que hemos de ser para el recuerdo.

Hasta aquí los ha traído la brisa de las horas,
y hasta aquí han de volar sus fuegos de piedra y de deseo.

Hasta aquí los ha traído el tiempo,
y ya nada más,
nada más,
ha de permitirles la caricia del gozo y de la muerte,
porque no es cierto que perdurarán en mí,
ni en quienes me sigan,
porque no es cierto nada,
nada,
ni siqueira aquello de la risa blanda del amor
o su lágrima de viento y de consuelo.

Adiós,
padres e hijos de nuestra pueril fortuna,
dichosos sus cánticos ausentes hasta de las sombras de la noche;
han de advertirnos ya desde sus templos de vacío,
que no hay nadie que nos espere
tras el estallido del silencio.



sábado, 13 de abril de 2013

Hermana

                                                                          Para Norely

Ella me dice que ella ha muerto
(de eso siempre es mejor no hablar)
y torna a mirar la jarra amarillenta
en la que la noche se consume.

Detenida queda la lágrima en el interior del hueso,
debajo de las voces sucias de estas calles enredadas.

Silente el pulso del verano entre las sombras
(yo la agarro de la mano, ella la retira),
murmullos de la madrugada escondiéndose en los ojos.

¿A dónde hemos de ir cuando la luna,
impasible guadaña de final y despedida,
nos quite estas sedientas ansias,
este móvil y antiguo clamor de las heridas?

                                           (Ella duerme tras el vendaval,
                                  sueña con despertar en otro tiempo,
                                                                   en otro lugar.)

Ella me dice que ella ha muerto, sí,
en el sollozo aleve del pasado entre su pecho y su mirada,
como un enigma fresco de aguijones y alabanzas.

Y ella ha muerto con ella, acaso,
suspenso suspiro de su tiempo y de su canto,
sutil aroma azul en el recuerdo de su enorme expiración.

Ah, noche,
si supieras tú de nuestra inútil persistencia,
corriendo siempre hacia el final de la marea,
sumidos en la lucha incomprensible
de nuestro diminuto amor.



domingo, 31 de marzo de 2013

El cascarrabias



pum un disparo
pum pum no te veo caer

somos como hienas
empachadas de malicia y risotada
rascándonos las tripas
entre páginas de sucia poesía

ah
qué viejo me estoy poniendo
pensando en margaritas bajo una luz de luna

pero te estoy mirando, pequeño camaleón
te temo escondido tras la hojarasca del futuro

pum disparas
pum pum al piso voy

¿qué hemos de inventar bajo la piel ahora?

pum perdiste
pum pum perdí yo
pum pum pum todos siempre perdemos todo



martes, 26 de marzo de 2013


Es lento el caminar de la angustia sobre las olas,
en esta ciudad sin mar y sin llanuras,
cubierta apenas por el continuo palpitar de mis raíces tibias.

¿No soy yo el cadáver de los sumideros
—hundidos mis pasos de amor bajo las horas—,
esta soledad de arena hundiéndome contra las rocas?

Parpadeo.
Tiemblo.

Observo el hielo constreñido contra el vaso
soltando ese sudor antiguo que se lo lleva todo.

¿Por qué tanto rencor en contra de quienes claman?
¿Por qué tanto desorden en los agujeros del cielo?

Me cuesta tanto abandonar el odio que me inyectó tu silencio,
y no dejo de pensar
que no merecemos este escozor bajo la sangre,
que acaso es todo una invención sardónica de nuestro ruin anhelo.

Que todo vale nada.

Heme aquí, minúsculo poder ante el vacío,
eterno vagabundo en un asombro incomprensible,
sin ti,
donde yo mismo me he dejado solo,
abandonado al tiempo.

Acaso deberíamos sucumbir. Nada más.
Acaso solo claudicar.

Nada más.

Nada puede hacerse frente al alud que nos lastima.
Nada puede decirse por fuera de estos muros negros.



miércoles, 20 de marzo de 2013

Mujer de plátano (recuerdo IV)




















La mujer me interroga sorprendida
me sonríe
mueve sus hombros como en un fuero de entrega.

¿Son mis fantasías o hay sexo aquí
burbujeando como en un caldero
untándose como mantequilla en mi sudor
anhelando cierta afrenta a duelo?

Soy yo, sin duda.

¿Es casado?, me pregunta.
Quiero gritar: ¡Jamás!
¿Y si se enamora en el camino?
Voy rápido para que no me atrapen, río.

Voy, voy, voy.

Pero atrápame tú, mujer de plátano y café molido,
haz de esta carne un amasijo de estertores,
entiérrame y, cada año,
deja tus flores en mi tumba.

(Puerto Remolino, Colombia, 18/12/2009)



sábado, 16 de marzo de 2013

 La memoria sólo existe para torturarnos.
Martha Rodríguez: "El refugio"

La luz sobre la ciudad es un manto percudido de memoria.
Tras los cerros aparecen las nubes del ayer y del mañana,
mientras avanzo,
oscuro en mi silencio de viento y de sombra,
los ojos en la distancia de la tarde,
la mente en la fatiga del tiempo entre sus ráfagas distante.

Detrás del mundo y al alcance de la mano.

Acaso un día pudimos desaparecer,
germinar un alud de cumbres y peñascos,
tan solo protegidos por el furor de aquel deseo,
ese hueco luminoso del pasado,
esa ensoñación de un cuerpo que ha nacido iluminado.

Es un dolor de tormenta el rumor de la velocidad con que las lunas
[pasan,
compases del silencio que he escogido como refugio y firmamento,
sorpresa de mi enfado,
sombra de titán que viene y va desde nuestro principio ya olvidado.

He pasado la vida sin saber que te espero,
que la realidad anhelante y anhelada de tu tacto
es ya solo memoria pertinaz de la espera y el humo.

Adiós, una vez más.
Como tantas veces ya.
Como tantas veces todavía.

martes, 12 de marzo de 2013


aquí pesa la soledad
como un vapor de plumas afiladas

aquí suspira el gris
la noche
el soplo vulgar
el pozo del deseo
anónimo infeliz
entre las rocas

el amor
esa arma poderosa
ese viento visceral que nos habita
y sabe lo que nosotros no

mierda
mierda
tanta torpeza
tanta basura en el aire
en la ceguera del cielo
tanto tiempo inadvertido
sinrazón del sueño y de la luna
corpúsculo de hiel
en desconsuelo

pero qué digo
a quién se lo digo
si estoy solo aquí
juntando ruidos y reflejos
paciendo la orfandad de la tormenta a secas
lamiendo con mis voces el dolor nacido y muerto
hinchado afán superfluo que ocupa el corazón de nuestro suelo


martes, 15 de enero de 2013


Es este aliento pálido,
esta gota de sal en la mejilla,
este derrumbe de la luz sobre las horas de vigilia.

Es este amanecer tibio de lágrimas,
esta confusión de viento incomprendido,
este estar tú y yo como mordidos por nuestro propio desvarío.

Es este espasmo que teme al huracán,
este retorno inesperado al abismo furibundo,
esta necesidad de arrancarme de mi ser
y lanzarme contra las paredes,
en busca de las rocas y de su consuelo moribundo.

Es esta angustia de demolición que nos encierra,
incapaces de creer en el amor humano,
sedientos, sin embargo,
de un horizonte en fuego
en el que un día podamos sujetarnos de las manos.

Es este barro fétido y podrido,
este declive devorándose los ojos y los brazos,
este recuerdo enorme y ciego de un pasado sin sentido,
peso del tiempo a ciegas sobre nuestro llanto huracanado.

Es este incendio que nos crece en el destino,
esta ausencia de luz, de piedra y huella bajo nuestros pasos,
este silencio espantoso que hemos de asumir adoloridos,
imprecisas sombras como somos,
reducidas a polvo.