Finalmente, tirano, has vencido.
Tu hervor de pasto seco
ha dejado de crepitar en mi mirada,
y hasta la tromba de los días de la angustia
es ahora un recuerdo hecho de humo.
La avalancha ha terminado.
El valle persiste en su silencio
bajo el aguijón de las estrellas.
No hay ya violencia en el relámpago,
ni dulce calma en la parsimonia de las nubes.
No queda nada.