viernes, 25 de septiembre de 2009

Ascensión


Cada vez que permanezco en las aceras,
las calles se vacían hacia los bordes de la tarde.

Por la avenida irrumpe el cielo en desbandada,
surcos de alcantarilla pueblan un arrebol de suelo
(un negro que se aferra con cada pie que avanza).

Me acuerdo de ti.

Un vislumbre me revela meandros confusos,
callejuelas que pueblan el ocaso de la luz.
Millares de cristales se agolpan en los muros
mientras un ejército de ratas explora el basural de cada esquina.

Piso, firmeza de tormenta.

Debo escapar,
pienso.
Debo subir.

Entonces me encaramo hacia las nubes,
como anhelando el abismo de la altura.

Avanzo.
Sucumbe el pajonal ante mi paso.
Tejo con soberbia un sendero medroso entre mis piernas.
Soplo sobre el viento con fuerza de diluvio.

He ahí el alarido,
cargado de resoplos sin vapor:
¡Tan solo un metro más, un golpe, un muro!

Antes de que el vendaval me devuelva a los conjuros sucios que he dejado,
me asomo ante el vacío,
como un guijarro de aire entre el celaje.

Y me acuerdo de ti.

(Porque siempre, siempre me acuerdo de ti.)



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