martes, 11 de enero de 2011


Hora tras hora retorno al mismo pensamiento,
como la luz que roe con su peso la forma de las olas en el cielo
y tiñe las piedras rotas con que esta ciudad ha sido hecha.

Aquí, adentro mío,
me habita una multitud de marionetas:
la confusión de cada quien que he sido,
y a la vez,
la simpleza de un recuerdo solamente.

Olvidar equivale a morir,
a matar con desenfreno,
a mutilarse la piel que cubre el pecho.

Por eso vuelvo a la intención de extraviarte como se vuelve al fruto
[en la mañana:
nada más que resignarse a la caída,
darle paso a los días sobre el alma,
reírle a esta mortaja hundida entre los tajos de la tierra.

2 comentarios:

ƒriandise dijo...

algunas caídas suelen doler... no?

G. dijo...

Todas. Indeed.