Madrugada,
piel ebria en su fugacidad,
baba salina partida por un cáustico retumbar de bestias,
arcos animales hacia el centro de su propio remolino.
Hemos llegado aquí consumidos por el día y por la noche,
cubriendo nuestra apatía con hilachas que fingen un perfil de
[asombro.
Somos quejumbre lasciva,
cuerpos hechos con fibras de lo que no queremos ser,
acaso sudor que oculta su vacío de pasado y de futuro.
Si supiera por qué te han enviado a este lecho tantas veces repetido,
quién se esconde en la armazón de huesos vencida aquí bajo mi peso.
Nada de eso: solo un clamor de suciedad creciéndonos entre las
[piernas,
danza lúbrica que cree erguirse sobre sí para apaciguar su
[llama indomeñable.
Carne, botón de rosa,
ácido sabor de piel sudada y rota,
que no significa nada.
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