miércoles, 4 de mayo de 2011


La noche especta.

Tiembla un dardo que de mí te persigue.

Silba en mis oídos (sólo en ellos) el nítido golpe de tus pisadas en la
[aurora.

Escapo de este tibio tedio envuelto en pliegues y retazos,
del daño que me trae el peso de saberte como prendida entre las
[ropas de mi alcoba,
aquí,
demonio adjetivo de ceniza,
culebrino esparadrapo de la tenue madrugada que se respira a
[tientas.

Aun queda una mancha de sangre debajo de mi sueño,
allí donde el vapor es piel de piedra blanca para mi deseo.

Escapas tú.

La noche como un músculo hinchado,
como una huella en el sendero que acorrala la ausencia insoportable.

Escápate, sí, como si fueses de niebla azucarada.

Porque lo eres.

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