miércoles, 16 de julio de 2008

LACRIMOSA


Mundos nacen y mueren cada segundo. Esta luz que choca en mis pupilas no es ya la luz que vi al abrir los ojos. Esa pluma en el piso no es ya la pluma que el viento arrastró hasta aquí. El fuego del amanecer quizá alcance los mismos tonos que el arrebol del ocaso, pero es tan distinto.

Sentir pena por cada vez que muero y dolor por cada vez que nazco puede ser una sensiblería pueril, mas me niego a renunciar a ello: la vida no es un asunto para cobardes.

Escucho: demasiado rápido, mucha presión, no nos conocemos, no estoy lista, no puedo, no quiero, así es la vida.

Respondo: nada he traicionado, a nadie he mentido, de nada me arrepiento.

¡Que nunca mi amor deje de ser excesivo!
Avísame si alguna vez tú también pierdes la cabeza.

Quizá te olvide, ángel risueño, pero dudo que algún día deje de extrañar lo que hasta hoy he visto en ti.


Hace pocos días no imaginaba que este post sería un réquiem.
Un réquiem por ella y por mí.

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