domingo, 29 de septiembre de 2013


Si la vida es como el río que corta la montaña,
atado a la caída y en feroz carrera a su extinción.

Si existir es transitar el tiempo que carcome,
voltear las páginas del espejismo,
sembrar fogatas bajo la lluvia y la nieve.

Si la vida es el error,
el loco atrevimiento de inventarte,
el amor que te busca y que te pierde entre la bruma.

¿Qué es la muerte, entonces,
sino este silencio del agua,
esta tarde enorme sin minutos,
esta atroz conciencia de mi estómago
vaciado de ti?

En esta esquina en la que yazgo ensombrecido,
pidiéndole unas gotas de luz a mi pasado,
acaso entiendo que la muerte no respira bajo tierra:
ella nos teje y nos habita
                                        desde los pulsos hirvientes de la carne.



miércoles, 18 de septiembre de 2013


Es el viento gris de los volcanes.
Es la tromba medular de la tormenta.
Es el azul fuego de las uñas en los labios.
Es el cántico de los años embravecido en el sudor y las costillas.
Es la sombra y la luz en el cautiverio de la sangre.
Es el viento, la lágrima, el faro abierto de la luna quemándonos la
[piel.
Es el furibundo grito de las nubes en la carne.
Es la ausencia de los ángeles, el llanto de sus alas sucias.
Es la lluvia sorda de la tarde en las ventanas.
Es el tajamar roído en la penumbra de los siglos.
Es el hervor y el vacío, el absurdo y la hiel.
Es el polvo doloroso en el rincón de la celda.
Es la esperanza de la consumación, el temor a toda herida.
Es la noche de nuevo a borbotones.
Es la sucia tempestad de la caída.

Eres tú:
la mañana, la irrupción y la hermosura,
el canto, las estrellas, el aluvión y el ocaso,
la voracidad del miedo, el temblor de la agonía.

¿Otra vez, furia del tiempo,
nos romperá los huesos el amor?


martes, 3 de septiembre de 2013


A veces
duele la nostalgia como vidrios rotos,
anhelo de los fulgores de la cumbre,
soplo espeso de la noche en sus hilachas de hielo.

¿En qué nos hemos convertido,
tú y yo,
sonámbulos vestigios de un amanecer imposible?

Todo lo que conozco se derrumba hacia la tumba.

Todo lo que distingo se adormece en la polvareda de las ruinas.

Pero persisto en mi obstinación de instinto torvo,
hablándole sin tregua a la sombra de mis atardeceres,
creyendo que en ella (en ti)
se refugia el anuncio luminoso de los despertares,
la sangre prevenida de cada vez que fijo mi mirada en las estrellas.

Nunca habremos de tenerlo todo,
gozosos como estamos en el interior del polvo,
silentes espejismos de saliva en las membranas del tiempo
del tiempo
del tiempo.